La industria maderera, la expansión de la frontera agrícola, el descuido de las comunidades y su alianza con lConversar con los nativos de nuestra Amazonía puede ser una experiencia deliciosa. Su manera remolona y pausada de pronunciar el ajeno español, la especial comprensión de las palabras --faltas gramaticales para muchos--, el conocimiento de plantas y animales de ese mundo inmensamente verde resultan características culturales que solo provocan simpatías. Cuando en medio de fantásticos paisajes uno escucha: "tampoco me va a 'menosdespreciar'", en lugar de despreciar, es imposible no caer en la tentación de adoptar este útil y revelador término. La selva cuenta además con un imaginario muy especial. El agua (cochas, ríos, brazos de ríos) es un elemento importantísimo que alberga a sus espíritus y estos a su vez poseen una singular personalidad.
Tal es el caso de la sirena, habitante de las cochas y ríos que se lleva --a fuerza de seducción y femeninos sortilegios-- a varones jóvenes a quienes su familia no vigila. Al adentrarse en esta cosmología uno --chori (blanca), capitalina y agnóstica--, con vocación antropológica siempre pregunta: "¿Y la sirena es buena o es mala?" "No, ella es buena, lo que pasa es que te lleva para que la acompañes". A partir de ahí cada uno de los siempre conversadores nativos tiene una historia y un familiar que la ha visto. El cómo ella pasó de ser una figura netamente marina a instalarse en nuestra bella Amazonía es aún ignoto. Más pertinente para la selva baja, ahí donde están los 'ríos espejo', es la leyenda de delfín rosado. El animal existe y es un orgullo de nuestra biodiversidad, pero también tiene su propio mundo. Convence y enamora, esta vez a las mujeres, las tienta y las fascina con su fálico hocico, llevándoselas a otra dimensión. En ningún caso el rapto es traumático ni el destino cruel.
Hemos visto la intensa lucha de las 62 etnias amazónicas para derogar los decretos promulgados por el Ejecutivo que permitían la venta de tierras con el democrático principio de la mitad más uno. Pese a que tomaron instalaciones la violencia no fue igual que en Moquegua o Chimbote. El selvático es pacífico, pero quiere que le consulten. Principalmente porque la actividad extractiva ha contaminado su hábitat y contrarrestarla es el enfrentamiento de David contra Goliat. Más bien ha generado un natural rechazo a cualquier actividad industrial. Las comunidades de la sierra no han protestado, lo cual quiere decir que no se pensó en el modus operandi de la Amazonía.
La selva, como todo el país, está depredada. La industria maderera, la innecesaria expansión de la frontera agrícola, el descuido de las comunidades y su alianza --en muchos casos-- con la informalidad han provocado que ese bello espacio no esté seguro. Las tierras comunales no cuentan con un catastro pulcro y lo que es educación, agua, saneamiento (vea nomás un lugar 'semichori' como Yurimaguas, desolador) se encuentra en el más perpetuo abandono. Sin embargo, dato curioso, mientras Cusco presenta 1.634 casos de alcoholismo, San Martín y Loreto solo 27 y 25. El objetivo de la legislación debe ser proteger nuestra Amazonía, también es obligatorio que se legisle para gente de carne y hueso, sin 'menosdespreciar' o 'desabandonar' a nadie en este pluricultural Perúa informalidad han provocado que este espacio no esté seguro.
Tal es el caso de la sirena, habitante de las cochas y ríos que se lleva --a fuerza de seducción y femeninos sortilegios-- a varones jóvenes a quienes su familia no vigila. Al adentrarse en esta cosmología uno --chori (blanca), capitalina y agnóstica--, con vocación antropológica siempre pregunta: "¿Y la sirena es buena o es mala?" "No, ella es buena, lo que pasa es que te lleva para que la acompañes". A partir de ahí cada uno de los siempre conversadores nativos tiene una historia y un familiar que la ha visto. El cómo ella pasó de ser una figura netamente marina a instalarse en nuestra bella Amazonía es aún ignoto. Más pertinente para la selva baja, ahí donde están los 'ríos espejo', es la leyenda de delfín rosado. El animal existe y es un orgullo de nuestra biodiversidad, pero también tiene su propio mundo. Convence y enamora, esta vez a las mujeres, las tienta y las fascina con su fálico hocico, llevándoselas a otra dimensión. En ningún caso el rapto es traumático ni el destino cruel.
Hemos visto la intensa lucha de las 62 etnias amazónicas para derogar los decretos promulgados por el Ejecutivo que permitían la venta de tierras con el democrático principio de la mitad más uno. Pese a que tomaron instalaciones la violencia no fue igual que en Moquegua o Chimbote. El selvático es pacífico, pero quiere que le consulten. Principalmente porque la actividad extractiva ha contaminado su hábitat y contrarrestarla es el enfrentamiento de David contra Goliat. Más bien ha generado un natural rechazo a cualquier actividad industrial. Las comunidades de la sierra no han protestado, lo cual quiere decir que no se pensó en el modus operandi de la Amazonía.
La selva, como todo el país, está depredada. La industria maderera, la innecesaria expansión de la frontera agrícola, el descuido de las comunidades y su alianza --en muchos casos-- con la informalidad han provocado que ese bello espacio no esté seguro. Las tierras comunales no cuentan con un catastro pulcro y lo que es educación, agua, saneamiento (vea nomás un lugar 'semichori' como Yurimaguas, desolador) se encuentra en el más perpetuo abandono. Sin embargo, dato curioso, mientras Cusco presenta 1.634 casos de alcoholismo, San Martín y Loreto solo 27 y 25. El objetivo de la legislación debe ser proteger nuestra Amazonía, también es obligatorio que se legisle para gente de carne y hueso, sin 'menosdespreciar' o 'desabandonar' a nadie en este pluricultural Perúa informalidad han provocado que este espacio no esté seguro.
El Comercio, 26/08/2008
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