viernes, 22 de agosto de 2008

Isaac Mekler: De la selva su ley

Es altamente probable que en estos días el Congreso de la República derogue los decretos Legislativos conocidos como “la Ley de la Selva”. Sin entrar a la discusión sobre cuál es la relación entre la posesión de las tierras de las comunidades indígenas y el TLC, y sin entrar tampoco en la clara inconstitucionalidad de la ley; creo que lo que queda evidente es la manera autista de gobernar que tiene el régimen alanista. Un estilo de gobierno que no dialoga previamente, que no escucha. Sólo se reúnen entre ellos y creen que, desde allí, pueden conocer y resolver los problemas de un país tan megadiverso como el nuestro.
En el caso de las poblaciones indígenas, este gobierno no ha entendido que lo que se juega es mucho más que la posesión o la propiedad de una extensión de terreno. La relación de estos pueblos con el suelo de sus ancestros es más grande e importante que eso. Y de ello dan cuenta numerosos testimonios históricos que hubiera bastado que alguien en el Gabinete los lea.
Podrían leer el Libro de Daniel, en la Biblia, donde dice: “Bendigan al Señor todas sus creaturas: cielos y tierra, aguas y lluvia, rocíos y nevadas, manantiales, mares y ríos, cetáceos y peces, aves del cielo, fieras y ganados...” Este es el hombre. Porque no se entiende al ser humano sin su hábitat, sin el mundo que Dios o los Dioses le han entregado para su vida, su disfrute, su subsistencia. Así, idéntico como en la idea bíblica de la unidad hombre – territorio, existe esa misma condición inseparable en nuestros indígenas. Ya sea que lo tengan escrito o no. Y ya sea que se refieran a un Dios o a muchos o a ninguno. Da igual.
Bueno, si no quieren leer la Biblia, lean la alabanza que brota del corazón de Francisco, el Pobre de Asís, “Alabado seas, Señor, por el hermano viento, el aire y las nubes. Por nuestra hermana el agua, la cual es útil, humilde, preciosa y casta. Por nuestra hermana madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce varios frutos, flores pintadas y hierba.”. ¡Qué hermosa plegaria¡ Pero, sucede simplemente que aquí y ahora no hay tiempo para preocuparnos de estas cosas. Ahora, con este gobierno y este modelo económico sólo nos preocupa vender, y vender todo. ¿Qué puede importar el rocío o el amanecer o la mariposa que dialoga con la flor abierta al sol? Resulta, pues, que sí importa. Eso, justamente eso, los hace seres humanos a los indígenas peruanos.
He dicho al comienzo que no encuentro relación entre el TLC y la “Ley de la Selva”. Salvo que yo me haya confundido y en EE UU estén en el año 1854 y el Presidente sea Franklin Pierce y le este proponiendo al jefe Seattle, de la tribu de los Suwamish, la compra de una importante extensión de terreno al noroeste del territorio americano. A esta propuesta el Jefe Seattle contestó: “¿Cómo es posible comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del reflejo del agua. Cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante aguja de pino, cada grano de arena de la playa, cada gota de roció de los sombríos bosques, cada claro, el zumbido de cada insecto, son sagrados en la memoria de mi pueblo. La savia que asciende por los árboles lleva consigo la vida de los pieles rojas”. Claro que después, la pólvora y la dinamita acabaron con el amor a la tierra. Espero que la sumisión al TLC no nos obligue a tanto.
Expreso, 22/08/2008

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