“Violencia doblegó al Congreso” tituló ayer la portada de EXPRESO. Censurábamos así la vergonzante flaqueza del Parlamento tras haber derogado un Decreto Legislativo que pudo marcar un hito en el intento por llevar progreso a las paupérrimas comunidades nativas, atascadas en la historia por ancestrales ritos y costumbres que les impiden siquiera comprender que viven en el tercer milenio.
Nuestra crítica va dirigida a esos 66 congresistas que el viernes votaron sin conciencia, sin principios y sin reparar en lo que conviene al país, pues su voto fue –en el caso de una oposición temerosa y novata– para aplacar el calor artificial de la calle, y en otros –la ultra que maneja a la primera– para recalentar aún más a la gente. El hecho es que, para la historia, muchos parlamentarios optaron por derogar el DL 1015 presas de pánico, mientras los ultras lo hicieron conscientes del interés electorero que va a redituarles la permanente agitación de multitudes –en este caso nativos–, manipuladas por agitadores políticos con billetera llena de petrodólares que actúan al más puro estilo del movimiento de masas indígena que incendió Bolivia, esa anarquía que no paró hasta entronizar a uno de los suyos en el Palacio Quemado.
Nuestra crítica va dirigida a esos 66 congresistas que el viernes votaron sin conciencia, sin principios y sin reparar en lo que conviene al país, pues su voto fue –en el caso de una oposición temerosa y novata– para aplacar el calor artificial de la calle, y en otros –la ultra que maneja a la primera– para recalentar aún más a la gente. El hecho es que, para la historia, muchos parlamentarios optaron por derogar el DL 1015 presas de pánico, mientras los ultras lo hicieron conscientes del interés electorero que va a redituarles la permanente agitación de multitudes –en este caso nativos–, manipuladas por agitadores políticos con billetera llena de petrodólares que actúan al más puro estilo del movimiento de masas indígena que incendió Bolivia, esa anarquía que no paró hasta entronizar a uno de los suyos en el Palacio Quemado.
Repudiamos el método –aceptado por 66 “padres de la patria”– de extorsionar a un poder del Estado para que actúe como quiere determinado grupo social. Ello no sólo es antidemocrático sino que constituye el caldo de cultivo para un nuevo desborde social. Parece mentira que estos parlamentarios –por lo menos aquellos que no forman parte del ala ultra– no hayan recapacitado en que éste es un país que durante un cuarto de siglo fue azotado por sangrientas bandas terroristas, y que el mes entrante apenas se cumplen 16 de la heroica acción de nuestros soldados y policías que capturaron a toda la cúpula genocida y, al unísono con la Justicia, la pusieron tras las rejas de por vida. Aunque luego la artera acción de los progre y sus funestas oenegés políticas logró cambiar los fallos a cadena perpetua por otros de escasos años de carcelería, cuando no borrarlos de un plumazo vía indultos promovidos por comisiones del Estado integradas nada menos que por los propios defensores de los terroristas liberados.
Es más, antes de votar ayer bajo chantaje, los congresistas debieron reflexionar en que el Perú se encuentra nuevamente jaqueado por un sucedáneo de Sendero y el Mrta: el narcoterrorismo. En consecuencia si el Parlamento actuó así de cobarde ante la coacción indígena, no es extraño que el siguiente turno toque a los sembradores de hoja de coca. Y luego vendrán otros agitadores a exigir su cuota de beneficio. Porque el Perú entero ya conoce el camino para que el Parlamento vote como demande el que mejor incendie las calles y plazas. En este riesgo extremo ha colocado a la sociedad el bochornoso comportamiento de este Congreso
Expreso, 24/08/2008
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